Las bases teóricas sobre los personajes en la actualidad deben mirarse desde la creación de los mismos y estos empiezan con la construcción dramática de los textos, pues es allí desde donde se cuenta su historia. Los dramaturgos se encargan en sus textos de delimitar los rasgos característicos de quienes van a contar su historia, los personajes que son los verdaderos portadores de la acción, ellos deben identificar claramente quienes son los que van a conducir la acción.
Entendemos que los personajes son seres ficcionales, que poseen una vida interior, que solo se revela en el plano físico cuando es encarnado por un actor, quien desde el tipo y género teatral en el que está escrita la obra, debe emprender un sinnúmero de entrenamientos, seleccionando el sistema de interpretación más adecuado; que le permitan develar la vida interior del personaje.
Es el actor el canal de comunicación, este debe ejercitase para develar los pensamientos y el mundo interior, planteado por el dramaturgo y entregarle al director en cada ensayo la comunicación interna a la que se ha enfrentado a través de los textos, es la búsqueda de la traspiración de los actores, que una vez encarnado será su traspiración del personaje.
Los personajes desde la escritura de los textos dramáticos son los encargados de ejecutar y de elaborar las acciones dramáticas. El dramaturgo propone una referencia, una parte viva de una persona, pero estos no son persona como tal, el autor construye los personajes y estos tienen un pasado, un presente, un aquí, un ahora y un después, en el territorio dramático, el espectador es testigo, el receptor de la partitura, en la escena finalmente se muestra cómo ha sido encarnado y cuales han sido las respuestas que ha encontrado el actor en su entrenamiento, desde “las W questions”.
Lo que propone el dramaturgo a través de los personajes es que sea un actante, que permita al espectador seguirle la pista en su psicología, permitirle al receptor descubrir los monólogos internos, las intenciones, los propósitos que lo mantienen presente en la escena, hasta que entre otro personaje y le proponga una nueva serie de dificultades a superar, ampliar sus objetivos y entramar la vida de estos dos que se enfrentan para resolver la dialéctica planteada por el dramaturgo.
El actor a través de su representación está en el aquí; el ahora, hace viva la línea de pensamiento de su personaje, descubre los rasgos creados por el dramaturgo, presta sus sentimientos y su cuerpo para encarnarlo, revela lo que el autor quiere contar.
El actor entra en una relación en la cual apoya la vida del personaje y a su vez el personaje ayuda al actor a permanecer en la escena; buscan juntos la solución de sus conflictos y se apoyan mutuamente, el actor debe hacer que las ideas del personaje sean nuevas, vivas, actuales, ese es el oficio en el que se embarca al encarnar un personaje.
El actor debe en todo momento estar al acecho de la evolución interna de su personaje, pues estos tiene emociones reales y el actor no puede caer en la facilidad de la simulación, debe buscar el modo en el que pueda descubrir los impulsos físicos y emocionales, que le permiten al personaje estar vivo, debe indagar permanentemente en el pasado y saber para donde se dirige; de esta manera puede el actor descubrir la vida presente del personaje.
Es así como aunque el personaje no tenga textos en escena, tiene un mundo de pensamientos, movimientos y emociones, que el actor debe empeñarse en develar, abrir los estados emocionales por los que en personaje pasa y cada vez que entre a la escena hacerlos vivos, tangibles. Aquí es donde cifran su suerte los actores, deben alejarse por horas de sus pensamientos y de su realidad, para darle espacio y sustento a la vida del personaje.
Imagen del “el enfermo imaginario” de Molier
Directora: Cristin Ganousxe, de Francia
Año 2010, festival iberoamericano de teatro de Bogotá